por Vito Amalfitano
Carlos Tevez regresó a Boca en julio de 2015, con un contrato de dos años, pero todos creyeron, en esa Bombonera colmada, que ya no se iría más.
Daniel Angelici adelantó su llegada a cualquier costo con un triple propósito. Tapar/disimular de una vez por todas que él fue el responsable de que Boca perdiera a su jugador más determinante y máximo ídolo, Juan Román Riquelme, al forzar su salida. Ganar las elecciones de fin de año en Boca pese a que ya era el peor presidente de la historia del club, el que le dio menos alegrías con más recursos, el que le faltó el respeto y “se cargó” a los ídolos como al propio Riquelme y Bianchi y el que avanzó descaradamente en un proyecto para “jubilar” la Bombonera. Sin profundizar en deportes desechados, carnets “mellizos” y números “dibujados”, entre otras cuestiones. Contribuir a que gane las elecciones nacionales su “jefe” político, Mauricio Macri, fue el tercer propósito del “operativo Carlitos”.
Carlos Tevez llegaba para transformarse en el líder/conductor de Boca, para que por fin empezaran a servir los pasaportes que Angelici había dicho ya en 2011 que había que preparar. En esos primeros meses tras el regreso incluso evalentonaron a Carlitos para hacerle creer que, en serio, podría transformarse en máximo ídolo del club, para tapar la aureola de Riquelme. De paso, él opinaba sobre la pobreza en Formosa. Tema que súbitamente dejó de interesarle en 2016.
La realidad futbolera indica que en ese segundo semestre de su vuelta algún par de buenos rendimientos suyos sirvieron para darle a Boca el empujón hacia el título nacional en el primer torneo “largo” de 30 equipos. En verdad, cuando Tevez llegó, el conjunto que dirigía Arruabarrena estaba solo un punto abajo del primero. No apareció en partido clave con San Lorenzo (0-1 en la Bombonera), lo salvó Lodeiro en el clásico siguiente ante River y por un par de malos resultados del equipo de Boedo y en un envión final parecido al de los últimos partidos de 2016 pudo volver a ser campeón con Boca. De la vergonzoza victoria sobre Rosario Central en la final de la Copa Argentina poco se puede decir a favor.
El 2016 debía ser el año de la cosecha fundamental para llegar a la Libertadores. Unica plataforma desde la cuál se podía delirar con que Tevez podía disputarle el máximo sitial a Román. Pero Carlitos una vez más no apareció en los partidos decisivos y Boca se quedó sin nada, fue el único grande que no logro clasificación a torneo internacional de 2017.
La enorme e indiscutida calidad de Tevez reapareció en este envión, el de finales del año pasado. En cuatro partidos, cuatro clásicos. El último, el de la gran actuación, ahora sí determinante, ante River.
Blindaje mediante nadie le reprochó que antes y después de ese encuentro expresara dudas sobre su continuidad, mientras que sí desde algunos medios se ocupan en recordar todavía que un hermano de Riquelme escribió alguna vez un Twitter antes de una final, anticipando una salida. Con el “pequeño” detalle de que Román fue determinando para hacerle ganar a Boca justamente su última Libertadores y que a su influjo llegó a ese nuevo cotejo decisivo, ante Corinthians, ese quebrado equipo que dirigía, sin comunicación con los jugadores, Julio César Falcioni. Con el “pequeño” detalle, además, de que el 10 después volvió, jugó hasta un año gratis y tuvo que soportar el manoseo y las faltas de respeto de casi todos los dirigentes, una vez más (como cuando Angelici era un oscuro tesorero) para la renovación de un contrato que finalmente no se concretó.
“La plata no hace a la felicidad”, le había dicho Tevez a un patético animador en esa Bombonera llena del regreso sin partido de julio 2015. ”Uno sabe las presiones que tiene dentro del club”, termina diciendo el mismo Tevez un año y medio después, sin Libertadores, sin ser capaz de ejercer liderazgo, con contrato interrumpido, con 40 millones verdes en el bolsillo y recién un mes más tarde de la incertidumbre que empezó a generar en los hinchas antes de aquel Superclásico. Nunca se atrevió a comunicar de frente que se iba. Lo hizo recién ahora, a través de un video desde Dubai, bien lejos de los hinchas, que parece guionado por Durán Barba. La plata no hace a la felicidad. Pero como ayuda. Román hay uno solo.